Archives

  • 2018-07
  • 2019-04
  • 2019-05
  • 2019-06
  • 2019-07
  • 2019-08
  • 2019-09
  • 2019-10
  • 2019-11
  • 2019-12
  • 2020-01
  • 2020-02
  • 2020-03
  • 2020-04
  • 2020-05
  • 2020-06
  • 2020-07
  • 2020-08
  • 2020-09
  • 2020-10
  • 2020-11
  • 2020-12
  • 2021-01
  • 2021-02
  • 2021-03
  • 2021-04
  • 2021-05
  • 2021-06
  • 2021-07
  • 2021-08
  • 2021-09
  • 2021-10
  • 2021-11
  • 2021-12
  • 2022-01
  • 2022-02
  • 2022-03
  • 2022-04
  • 2022-05
  • 2022-06
  • 2022-07
  • 2022-08
  • 2022-09
  • 2022-10
  • 2022-11
  • 2022-12
  • 2023-01
  • 2023-02
  • 2023-03
  • 2023-04
  • 2023-05
  • 2023-06
  • 2023-08
  • 2023-09
  • 2023-10
  • 2023-11
  • 2023-12
  • 2024-01
  • 2024-02
  • 2024-03
  • 2024-04
  • 2024-05
  • 2024-06
  • 2024-07
  • 2024-08
  • 2024-09
  • 2024-10
  • En efecto lecturas atentas de estos textos sabr n

    2019-05-27

    En efecto, lecturas atentas de estos textos sabrán localizar “lo político” de su empeño signado, más allá de referirse o hacer mención RVX-208 políticas específicas, encontradas al paso en los lugares que visitan y recorren, o de hablar sobre los personajes políticos que conocen; más allá, pues, de tales datos referenciales importa observar su compromiso por hacer público un pensamiento que expone y combina ideas, impresiones y contextos de ciertas épocas y desde una posición de sujeto al margen, aun cuando se trate de viajeras “diplomáticas” o pertenecientes a clases sociales privilegiadas. Otra especialista en este campo de estudios cuyas ideas Ulloa recoge en su sitio virtual, dice, por ejemplo, lo siguiente: Ambos fragmentos citados sirven para indicar sólo algunas de las rutas de lectura y análisis que las escrituras de las mujeres viajeras proponen. El relato de Maipina de la Barra (1834-1904), no escapa a ninguna de las “marcas” que las especialistas han identificado en este tipo de textos históricos femeninos. Está dividido en dos partes: un viaje feliz a Europa (“Impresiones”), y otro viaje muy difícil a Buenos Aires (“Vicisitudes”). Pero antes de poder entrar de lleno al relato de la autora, llama mucho la atención el de la obra y que, quizá por moda editorial o por tratarse precisamente y sin ambigüedad de un texto escrito por una mujer, se llama “Advertencia de los Editores”. En ella podemos leer absolutamente y quizá más que en el texto de Maipina, todas las marcas de género de una época, y por género me refiero, obviamente, al discurso masculino y patriarcal dominante que delimita y define con bastante precisión la clasificación y el lugar que merece el texto de una mujer como Maipina. No obstante que quieren ser amables y respetuosos con la autora, los editores no pueden librarse de esa normatividad de género que los hace recomendar la obra especialmente “a las Madres de familia en general”. Después de ello, una gran lista de adjetivos (en los que se puede localizar toda la estereotipia de género) se van sumando a la atenta apreciación de los editores. Así, de diversos modos, el texto de Maipina es calificado como “modesto, sencillo, elevado, natural, sentimental, sublime” y un sinnúmero más de cualidades morales y maternales por las que será “atractivo y seductor” leerlo. Estamos de esta manera frente a Primary cells un texto que abre varias travesías de análisis, no siendo menor tampoco su posibilidad de compararlo con relatos de viajes femeninos y de esa época pero en sentido contrario: de Europa a nuestra América Latina, en donde se cruzan no sólo los mandatos de género masculino y femenino, sino también y principalmente las ideas sobre civilización y barbarie.
    En su estudio preliminar a la antología, Canales advierte, en primer lugar, “la condición proteica” de la escritura najeriana, así como la prolijidad del también periodista —autor de unas dos mil crónicas— además de artículos y ensayos publicados en las páginas de innumerables diarios. El caso del , probablemente es el mejor ejemplo del intelectual finisecular, cuyo modo de vida estaba condicionado por las múltiples colaboraciones diarias en varios periódicos tanto de la capital como del interior de la República. Por otro lado, se puede advertir la personalidad compleja de un escritor cuya identidad se difuminó siempre entre al menos una docena de ingeniosos seudónimos que respondían al sofisticado registro de la escritura a la que estaban ceñidos. Para la fecunda pluma de Gutiérrez Nájera, casi ninguna escritura estuvo vedada; sin embargo, ningún adjetivo puede definir con tanta puntualidad el oficio del modernista como el de . Esto último se debe no sólo a que la cantidad de crónicas del mexicano supere el resto de sus obras, sino por la relevancia que para su momento histórico y para la estética modernista tuvo el género. En su estudio, Canales afirma que “en la diversidad y fugacidad” de la crónica “cabía todo el ancho mundo”; es así que a través de los lectores siguieran las profundas críticas al teatro (“, caballero del cisne blanco”, “Los placeres del lujo”), los juguetones o incisivos comentarios de actualidad de (“La manta de los manteles”, “A propósito de ”) o el estilo epistolar de (“Con perdón de la diosa”, “Lengua ahumada”), entre muchos otros ejemplos incluidos en la compilación.