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  • Sin embargo las identidades sexuales politizadas no

    2019-05-29

    Sin embargo, las identidades sexuales politizadas no han sido simples corolarios de la homofobia y trato despectivo hacia las sexualidades contra culturales. Para hacerse visibles, requirieron complejas condiciones sociales y políticas con el fin de producir un sentido de experiencia de comunidad que habilitara la posibilidad de un proyecto colectivo. En resumen, podemos mencionar que ya desde la Segunda Guerra Mundial la expansión de las subculturas sexuales fue creciendo exponencialmente. El espacio de socialización en los bares destinados squalene epoxidase un público no heteronormativo se ubicó como protagonista, transformándose casi en una institución que permitía la sociabilidad fuera de los clásicos espacios donde las sexualidades disidentes eran rechazadas. Por mencionar, grosso modo, sólo a la subcultura gay, podemos afirmar que las ciudades de San Francisco y Nueva York, a mediados del siglo xx, fueron las principales urbes donde surgió un movimiento masivo. El sociólogo y criminólogo Edward Sagarin publicó en 1951 (bajo el seudónimo de Donald Webster Cory) The homosexual in America: a subjective approach, considerado por muchos críticos como una obra pionera en la lucha por los derechos de los homosexuales. Allí sostenía que en esos años, los homosexuales, tanto como los afrodescendientes y los judíos, eran las minorías que mayores problemas padecían en Estados Unidos. En tiempos en los que McCarthy encabezaba un proceso de acusaciones, denuncias, interrogatorios y listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas y contrarias a los valores tradicionales de Estados Unidos, los sectores opositores a los métodos del senador denunciaron el proceso como una “caza de brujas”. Sin embargo, los derechos de los homosexuales no aparecían en la agenda de los opositores al tenaz norteamericano. El surgimiento en los años sesenta de una nueva generación de activistas con conciencia política -mayoritariamente formados en los movimientos feministas, de los derechos de los negros o contra la guerra, al mismo tiempo que hundían sus raíces en las florecientes comunidades gay de las ciudades norteamericanas— fue lo que contribuyó al auge de una política sexual radical. Sin embargo, la tradición de actividad política de homosexuales no se reducía a Norteamérica, también lo fueron Karl-Heinrich Ulrichs y Magnus Hirschfeld en Alemania, así como la actividad semiclandestina de Edward Carpenter en Inglaterra, entre tantos otros. Los logros que fueron sucediéndose en los diversos lugares fueron variables. La conquista más clara de la nueva generación de activistas se configuró a partir del entrecruzamiento entre la militancia política y la potencia de las incipientes subculturas de identidades sexuales disidentes. La energía política sumada al auge de una comunidad nueva fueron elementos clave que confluyeron en el surgimiento de nuevas potencialidades de las identidades sexuales de los sesenta y setenta. Dentro de la subcultura gay, fue con posterioridad al mítico día del Stonewall de 1969 que comenzó a hablarse, más específicamente de identidad gay, siendo que el origen de ese vocablo surgió ligado a un ideal; los primeros activistas de los derechos de los homosexuales de San Francisco marchaban en las manifestaciones con un letrero que decía Good As You y que más tarde se abrevió en las siglas g.a.y. Se trataba de hacer más habitable el mundo para todos y todas. Así, la identidad gay, se utilizaba con fines políticos y tendía a crear, en sus comienzos, las condiciones para que diversas singularidades fueran reconocidas y pudieran expresarse. Miles de kilómetros al sur, Nuestro Mundo, surgido un año antes de los sucesos del Village, es considerado el primer grupo constituido públicamente bajo una orientación homosexual en Sudamérica. Se definió como sexo-político ya que contaba con una fuerte base obrera y sindical. Sus integrantes eran mayormente activistas de gremios de clases bajas. El mencionado grupo resultó ser el antecedente del que sería, a partir de 1971 y con la incorporación de un grupo de intelectuales inspirados en el Gay Power norteamericano, el Frente de Liberación Homosexual (flh). De orientación marxista, a sus filas se sumarían luego intelectuales de clase media. Nació en medio de un clima de politización y de crítica social generalizada. Las diferencias ideológicas de los grupos que integraban el Frente (Grupo Eros, Nuestro Mundo, Profesionales, Safo, Emanuel, Bandera Negra, Católicos Homosexuales Argentinos, etc.) no fueron un obstáculo para que hubiera acuerdo sobre las estrategias a adoptar en la lucha contra la represión. Su modo de funcionamiento, similar al del feminismo, transitaba la discusión teórica, pero también la acción concreta. Luego de la aparición del periódico Homosexual, desde finales de 1973, el flh editó la revista Somos, repartida clandestinamente. Allí se publicaba información sobre enfermedades de transmisión sexual, persecución y asesinato de homosexuales, ficciones literarias, asesoramientos para evitar el acoso público, entre otros temas. Como consecuencia de las discusiones ideológicas internas, sumada a la necesidad de la búsqueda de una especificidad, el subgrupo lésbico que existía en la revista Somos se separa formando el Grupo de Acción Lésbica Feminista (galf). Sus posturas se alineaban con posiciones sostenidas por las nuevas organizaciones feministas de Brasil. Cuando se acercaba el squalene epoxidase golpe de Estado de Jorge Rafael Videla hacia el año 1975, el flh comenzó a funcionar desde la total clandestinidad. Particularmente desde la publicación del influyente político argentino José López Rega, El Caudillo, quien amenazaba a los seguidores de las publicaciones del flh, lo que generó la disminución de adeptos. El gobierno militar de 1976 significó la disolución del flh. De acuerdo con sus protagonistas, “no teníamos idea de qué se trataba la resistencia o las luchas por el reconocimiento, el gay power o la rebelión antipolicial de Stonewall. Vivíamos en una etapa prehistórica y nuestro único objetivo era que no nos arrestasen”.