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  • En este mismo orden de ideas

    2019-05-30

    En este mismo orden de ideas, Brian McHale comenta que: Pons señala: Con esto, Pons reconoce que las novelas históricas contemporáneas de la región “no sólo plantean el problema de incluir en la reescritura de la historia lo excluido, lo silenciado, olvidado y reprimido por y en la historia, sino que el pasado se recuerde desde los márgenes, desde los límites, desde la exclusión misma.” Sildenafil mesylate manufacturer De esta forma, mientras en la construcción del discurso historiográfico se parte de una premisa de “veracidad”, en la literatura se parte de la “verosimilitud”. Los hechos Sildenafil mesylate manufacturer los que recurre el historiador para proponer un discurso historiográfico tienen que ser por fuerza “veraces”, comprobables de alguna forma, en tanto que el escritor solamente responde al principio de verosimilitud y la eficacia de su texto es juzgada por el lector a partir de este principio. Por ello, Ricardo Piglia utiliza en su definición dos términos que llaman la atención para este análisis: el autor es, en todo caso, un “detective” en busca de la “historia”.
    Las palabras de Piglia permiten comentar una obra fundamental de la narrativa brasileña del siglo xx, considerada como un “híbrido” entre novela policíaca y novela histórica: Agosto, publicada en Brasil en 1990, del escritor mineiro Rubem Fonseca quien, para Anelise Felipina Kehl: Desde un punto de vista canónico, no hay nada más marginal que narrar la historia con los ritmos de un relato policíaco, como hace Fonseca en Agosto. Sin profundizar demasiado en una discusión sobre el género negro, no es un secreto para nadie que éste ha demorado bastante en obtener la venia de la crítica literaria al ser considerado un género de muy poco alcance narrativo e incluso estético. Sin embargo, como bien reconoce Mempo Giardinelli: Si acotamos la consideración de Giardinelli a la obra de Rubem Fonseca no estaríamos ante un secreto, es por muchos conocida la forma en la que este autor ha tratado estos temas desde su primer libro de cuentos Los prisioneros, publicado en 1963. Sin embargo, si pensamos en estos valores de la novela policíaca al compás de una novela histórica, las conclusiones pueden ser muy distintas. Es bastante común encontrar en diversas reseñas, consideraciones sobre la cualidad dual de esta novela, pero muy pocas veces se hace mención sobre la forma en la que un relato conlleva al otro, lo antecede, y lo magnifica: ésa es la intención del presente trabajo. En México, esta novela fue publicada por primera y única vez en 1993, con varias reimpresiones, por Cal y Arena; con una traducción —bastante descuidada, por cierto— de Benjamín Rocha. Sin embargo, a retina pesar de que el autor se ha ganado con el tiempo su lugar en el gusto de muchos lectores mexicanos, Agosto no suele ser citada en su lista de lecturas preferidas, al menos no como sus cuentos, ya que ésta no contiene una trama fácilmente accesible para el público de nuestro país: se aleja de los intereses del lector mexicano debido a una apabullante relación —el archivo dentro de la novela, que bien explica Echevarría en el libro ya citado— de hechos y cohechos, nombres y apellidos, fechas y locaciones, de un mes clave en la historia contemporánea de Brasil: agosto de 1954. Para muchos, Agosto es la mayor novela escrita por Rubem Fonseca, la que marca el punto más alto de su trabajo novelístico, debido a su indudable capacidad de hacer un recuento escrupuloso de situaciones reales (relato histórico), escondiendo entre líneas el verdadero grado de su ficción (relato policial); la división entre realidad y ficción es muy delgada y, hablando de la novela tanto en su sentido histórico como policial, coloca al autor como un falsificador literario, aunque el término nos puede llevar a una trampa: como hemos visto, la novela está cuidadosamente estructurada para adquirir una veracidad que no embona bien con el concepto más puro de ficción, aunque, siguiendo las consideraciones de Echevarría, ésta, como todas las novelas latinoamericanas, parte de una intención vital de no ser ficción: